Las raves de la San Petersburgo post soviética

A mediados de los ’90, con la URSS ya disuelta, el arte subversivo creció para liberarse de la represión comunista que para entonces aún padecía la escena.

Raves San Petersburgo

«Tenis Adidas de nylon laminado, camisa de nylon fluorescente, jeans de vinilo marca Diesel y mochila colgada a los hombros», así comienza una nota del diario St Petersburg Newspaper que describe las modas de los jóvenes ravers de la ciudad a mediados de los 90.

«La banalidad de las repeticiones sin fin, y la falta de estructura concreta en la música rave tiene la capacidad de traducirse en una uniformidad de estilo en el vestir. Estos jóvenes se despiertan por la noche, se lavan los dientes y, una vez cubiertos en materiales sintéticos, se dirigen a los clubes. La mayoría de ellos no pueden salir de la cama sin haber tomado una píldora o inhalado algo de cocaína».

Jóvenes enamorados de las drogas y la rebelión, usando modas que los adultos no entienden, bailando tontamente al ritmo de una música repetitiva sin fin; todas estas son cosas casi universales.

La ciudad de San Petersburgo fue construida por Pedro el Grande como una nueva capital para comunicar a Rusia y Europa occidental en el Báltico. La barroca metrópoli siempre ha tenido ambiciones occidentales en el corazón de su identidad. Desplazando a Moscú, fue la capital del país desde su fundación hasta la Revolución de febrero de 1917 que puso fin a la dinastía imperial rusa de los Romanov.

En la era comunista, con Moscú de nuevo como capital del país, la ciudad se convirtió en un centro para el arte subversivo y la música underground de Rusia. Siendo el hogar de okupas, punks, y artistas vanguardistas, después de la caída de la Unión Soviética en 1991, San Petersburgo se abrió naturalmente al mundo, y entonces llegaron masivamente las Big Macs, los jeans azules y sí, las banales repeticiones interminables de música rave y sus correspondientes elecciones sartoriales.

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Como diseñador, Gosha Rubchinskiy — un nativo de San Petersburgo— siempre ha difuminado, al igual que su ciudad natal, la frontera entre Rusia y Europa occidental. En las escenas del rave y el skating de la ciudad fue donde él pasó su adolescencia, y ambas escenas también fueron parte de la inspiración para su colección primavera/verano 2018, mostrada en la ciudad hace dos semanas. Todo se trató sobre el poder, el universalismo y la rebelión del tribalismo de la juventud; la pasarela estuvo poblada de raversskaters o futbolistas casuales usando Burberry.

El elemento rave es el menos conocido. ¿Lo casual? Bueno, nosotros lo inventamos. ¿Los skaters? Hemos estado dejando que la lente de Gosha nos ilumine con la escena del skatingde San Petersburgo por casi una década. ¿Los ravers? Bueno, por suerte es el tema de un nuevo libro de edición limitada que el diseñador ha creado con INRUSSIA: cuenta con ensayos contemporáneos e historias orales que dan cuenta del nacimiento, el ascenso y el declive de la escena, junto con una completa documentación fotográfica de las personas y las fiestas de la escena rave.

El ensayo de apertura del artista y teórico Timur Novikov —quien murió en 2002 y cuya obra ha sido usada por Gosha antes en una colección de cápsula— detalla la historia de la escena. Describe cómo descubrió la música rave después de tropezarse con Westbam, el pionero berlinés del techno, a mediados de los años 80 en Riga, y los primeros intentos que hizo por traer la escena al país, también cuenta una versión condensada de la historia de la escena occidental de los clubes para los lectores rusos. Retrata, en su travesía, a la gentequeer, freaky, hippy y punk que construyó la escena de la ciudad, con detalles profundos y sociológicos.

Recoge una semblanza de la época en una historia oral que incluye a Denis Oding —fundador del Tunnel Club, el centro de la escena en su apogeo— e Igor Vdovin, uno de los principales productores de música rave de San Petersburgo.

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«Los raves de San Petersburgo en los años 90 eran un punto de encuentro para artistas, mods, jóvenes atractivos, chicas creativas, prostitutas y criminales», recuerda Denis. Esta mezcla embriagadora provocó múltiples incursiones de las autoridades en los clubes, y una sensación de peligro junto con la libertad ofrecida por la música.

Denis escribe de una ocasión en que se encerraron en el Tunnel Club con una barricada, lo que era fácil, pues se encontraba en un antiguo refugio antiaéreo. La policía se enojó bastante, arrestó a un DJ, le tiró los dientes a otro, y mantuvo a todos los asistentes afuera en la frialdad de la noche durante horas.

Las cosas empezaron a compensarse a medida que avanzaba la escena, pues la necesidad dio paso a la invención. En el libro, la principal DJ femenina de la escena, Lena Popova, escribe que era casi imposible siquiera tener acceso a los tocadiscos, y mucho menos a los discos, ya que eran prohibitivamente caros. Ella estima que había cuatro o cinco en toda la ciudad, y unos diez DJs.

Pero, a pesar de este trasfondo de violencia policial y falta de equipo, lo que impulsó la escena en su dirección única y la hizo tan legendaria, fue la presencia de los artistas. Como había pocos clubes la mayoría de las fiestas tuvieron lugar en los recintos artísticos okupa.

Timur Novikov y Georgiy Guryanov fueron los artistas más importantes de su generación en Rusia, y fue su dedicación al nuevo sonido rave, junto con su promoción de la escena artística de la ciudad, lo que convirtió a los recintos artísticos okupa en fantásticos clubes nocturnos hacia el final de la URSS.

El primer club okupa, Fontanka 145, fue dirigido por artistas dedicados a existir fuera de los confines de la Rusia soviética. Se mudaron a un departamento abandonado, derribaron las paredes para crear una pista de baile, e invitaron a los artistas a crear las decoraciones del club.

Fue en Fontanka 145 donde la juventud rusa pudo escuchar los discos occidentales por primera vez gracias a Alexei Khaas, el DJ del club. Finalmente, Fontanka 145 fue cerrado, y Alexei y su hermano abrieron el Tunnel Club, que se convirtió en el nuevo centro de la escena.

El Tunnel Club pasó a la historia debido a su concurrencia, una combinación de jóvenes vanguardistas, bohemios, club kids y queers, junto con los más despreciables criminales y mafiosos. Pero cuando la URSS colapsó, de repente hubo libertad absoluta. «Las fronteras se abrieron —escribe el fotógrafo Igor Bystriy—. Y la nueva música electrónica entró, expulsando a los himnos comunistas y las canciones pioneras con las que habíamos crecido. ¡Era magnífico! Sólo mira mis fotos y verás lo bien que todos se sentían». A medida que creció la notoriedad del Tunnel Club, también creció la escena, y se hizo cada vez más grande y más comercial.

«Era difícil no notar que el público estaba cambiando», recuerda Denis acerca de la desaparición creativa de la escena. «De nuestros amigos, DJs y músicos, o simplemente de los cool kids a completos extraños. Todo comenzó cuando los criminales comenzaron a visitar el Tunnel y alejaron a nuestros amigos. Era atemorizante estar en el club, incluso para nosotros. El movimiento se había convertido en un trivial asunto comercial. Nos fuimos cansando unos de otros. La gota que derramó el vaso fue la introducción de restricciones que colocaron a los festivales musicales al mismo nivel que los eventos asociados con la distribución de drogas».

Como la mayoría de las escenas, era underground, se volvió popular, después comercial, y luego llegó su fin. Pero es un momento relativamente desconocido y poco referido en Occidente, al menos hasta ahora, ya que la generación actual de la juventud rusa empieza a recurrir a su propia historia para inspirarse, evaluando su creativo pasado underground como una fértil inspiración para enfrentar el presente. Gosha podría ser el líder de todo esto, pero también se ha dedicado a mostrar su investigación y su país al mundo.

Texto de Felix Petty. Fotografías de I Bistriy. Imágenes de INRUSSIA. Artículo publicado en i-D.

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